No me gustó el inicio de Rajoy en el debate. Nervios, cifras, miradas extraviadas... todo parecía presagiar lo peor. Fue breve, el líder popular se rehizo en su segunda intervención y empezó un vapuleo que no muchos se atrevían a vaticinar. Contundencia, cercanía, ciudadanía... Rajoy ha desplegado un repertorio poco trabajado por el PP esta legislatura pero que puede ser eficaz a estas alturas de la película.
No es cierto que el rival, el presidente Rodríguez, sea un pelele fácil de batir, como dicen muchos. Su falta de argumentos, la nula eficiencia de su mandato y la carencia de principios básicos las suple perfectamente con un discurso que, por vacío, no deja de reforzar las ilusiones de sus seguidores. Tono firme, frases cortas, repetidas, insistentes... Tiene que machacar las tres ideas que sustentan su campaña: no hay crisis, el PP no le apoya nunca y el PP miente. Para sus fieles es suficiente. Donde no hay mata no hay patata.
De la primera no hace falta hablar porque la sufrimos todos. La segunda no merece comentario, sólo faltaba que el PP apoyara la érratica del poder. Y la tercera es un arma de doble filo cuando el que la enarbola es un mentiroso compulsivo.
No sabía yo si Rajoy las iba a saber explotar todas, no las tenía todas conmigo, la verdad, pero esta noche he disipado mis temores. Vaya baño le ha dado a Rodríguez. Qué recital. Se lo ha merendado mordiéndole donde más le duele: en sus tres tristes argumentos. Sin dispersarse. Al grano. Dejándole al todavía presidente el 11-M, Aznar y las zarandajas de la crispación. Sin ensañarse con las tensiones, los aviones de campaña y las agresiones universitarias. Tocando la música que queríamos oír. Los acordes más simples que se oyen en la calle: poder adquisitivo, paro, inmigración, ETA... Sota, caballo y rey. Por eso abría tanto los ojos Rodríguez. No se lo podía creer. "Si Mariano habla así de sencillo lo van a entender hasta mis votantes", debió pensar.
Lejos de amilanarse, lo cierto es que el presidente de los socialistas, con los párpados enrojecidos del esfuerzo, reseco el lagrimal, ha repetido hasta la saciedad que todo va de lujo, oiga. Vengan y vean. Para el niño y la niña, señora. Lo nunca visto hasta ahora, caballero. Duros a cuatro pesetas oiga... Rodríguez se ha marcado un farol peligrosísimo para sus intereses. Le acaba de decir a la millonaria audiencia del debate que el caballo blanco de Santiago es rojo. Ya verás la que se lía como alguno abra los ojos.
La principal baza de los socialistas, su demoledora presencia ante cámaras y micrófonos, capaz de empequeñecer al más pintado, se les ha vuelto en contra. Rodríguez ha quedado atrapado en la pantalla delante de todos los españoles... desnudo, débil, incapaz...
Otra gallo nos cantará en las urnas. Ya sabemos que en España se vota en función del bando de nuestros abuelos en la guerra, un acto totalmente reflexivo muy propio de quienes se están jugando sus habichuelas. Pero qué más da. Hoy hemos disfrutado con un tête a tête clarificador. Ya nadie tiene excusa. Hoy hemos visto lo que vale cada uno, ahora que cada uno haga con su voto lo que le venga en gana, que para eso somos mayorcitos. Eso sí, después que nadie se queje.
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