El hombre sostenible es aquel que vive consciente y consecuentemente su realidad. No tiene más misterios la cosa. Lo que te digo… no aprendemos pero porque no ponemos interés. ¿Dónde está entonces el problema? ¿Por qué somos insostenibles? La respuesta es muy sencilla: la mayoría de las personas ni sabe dónde vive ni sabe cómo quiere vivir, ni reflexiona sobre dónde está ni sobre dónde va y, sobre todo, nadie considera que pueda hacer algo por su entorno o por la sociedad o por el planeta. Tal es la poca estima que nos tenemos y la insignificancia en la que nos acomodamos a vivir. Da igual el enfoque, por lo general preferimos perdernos en la masa, escondernos en su medianía y rendirnos al egoísmo del que no da un paso adelante si no lo dan antes los demás, más aún cuando de los bienes públicos se trata. ¿Para qué voy a cuidar yo el ascensor si el del quinto izquierda no lo hace? Con el planeta ocurre como con el ascensor y así lo tenemos entre todos.
En España el problema está todavía más acentuado. Aquí no somos ciudadanos, somos habitantes. Nuestra sociedad está lejos aún de la madurez de pueblos mucho más solidarios que nosotros donde el espacio público es de verdad de todos, con sus derechos y sus obligaciones. Aquí se nos llena mucho la boca pero a la hora de la verdad se nos ve el plumero, esto es, la ignorancia y la falta de educación reinantes. Sólo queremos los derechos pero la escalera que la friegue otro. Educación para la ciudadanía no nos sobra precisamente, y no hablo de la asignatura esa de la polémica, me refiero a la educación de verdad.
El hombre sostenible no enarbola banderas ni necesita alardear de esnobismos pasajeros. El hombre sostenible es una persona normal, consciente de que no vive solo en el mundo, consciente de que el mundo no es sólo para él, consciente de que vivimos en sociedad, consciente de que cada vez somos más, consciente de que el planeta es el mismo… en definitiva, el hombre sostenible tiene al menos una neurona que le indica que a más invitados, menos comida y más platos sucios, así que, por favor, un poquito de organización. En teoría esto lo entendemos todos. Ahora se trata de ver cómo nos comportamos en la fiesta. Aquí es dónde sale a relucir lo que cada uno lleva dentro.
El cateto (que cada vez se corresponde más con el aburguesado urbanita modelo Hommer Simpson que con el pueblerino de la boina, mucho más sabio que aquel) se lanza a por los canapés antes de que se los coman los demás, se enciende un cigarrillo sin la cortesía de preguntar si molesta y para mayor gloria apaga las colillas en los maceteros. Saciado de comida y bebida se vuelve a sus dominios entre hipos y eructos, dejando a los anfitriones la casa hecha una pocilga y a más de un invitado ahumado y con hambre. A él qué más le da. Él se ha quedado a gusto. Quizá ni siquiera se dé cuenta de que cada vez le invitan a menos fiestas y, por supuesto, nunca celebrará una en su casa. “Con lo guarros que son todos”.
El problema con el planeta es que no hay más fiesta que esta y que, aunque no nos puedan echar, nos van a tener que llamar la atención. Ya hay quien nos la está llamando, cada uno a su manera. Los unos lo hacen con pancartas, los otros con brillantes conferencias, aquellos otros legislando para el futuro, otros más que lo hacen para el presente (el que contamina paga)... La llamada de atención está ahí. Lleva ahí muchos años.
En España el problema está todavía más acentuado. Aquí no somos ciudadanos, somos habitantes. Nuestra sociedad está lejos aún de la madurez de pueblos mucho más solidarios que nosotros donde el espacio público es de verdad de todos, con sus derechos y sus obligaciones. Aquí se nos llena mucho la boca pero a la hora de la verdad se nos ve el plumero, esto es, la ignorancia y la falta de educación reinantes. Sólo queremos los derechos pero la escalera que la friegue otro. Educación para la ciudadanía no nos sobra precisamente, y no hablo de la asignatura esa de la polémica, me refiero a la educación de verdad.
El hombre sostenible no enarbola banderas ni necesita alardear de esnobismos pasajeros. El hombre sostenible es una persona normal, consciente de que no vive solo en el mundo, consciente de que el mundo no es sólo para él, consciente de que vivimos en sociedad, consciente de que cada vez somos más, consciente de que el planeta es el mismo… en definitiva, el hombre sostenible tiene al menos una neurona que le indica que a más invitados, menos comida y más platos sucios, así que, por favor, un poquito de organización. En teoría esto lo entendemos todos. Ahora se trata de ver cómo nos comportamos en la fiesta. Aquí es dónde sale a relucir lo que cada uno lleva dentro.
El cateto (que cada vez se corresponde más con el aburguesado urbanita modelo Hommer Simpson que con el pueblerino de la boina, mucho más sabio que aquel) se lanza a por los canapés antes de que se los coman los demás, se enciende un cigarrillo sin la cortesía de preguntar si molesta y para mayor gloria apaga las colillas en los maceteros. Saciado de comida y bebida se vuelve a sus dominios entre hipos y eructos, dejando a los anfitriones la casa hecha una pocilga y a más de un invitado ahumado y con hambre. A él qué más le da. Él se ha quedado a gusto. Quizá ni siquiera se dé cuenta de que cada vez le invitan a menos fiestas y, por supuesto, nunca celebrará una en su casa. “Con lo guarros que son todos”.
El problema con el planeta es que no hay más fiesta que esta y que, aunque no nos puedan echar, nos van a tener que llamar la atención. Ya hay quien nos la está llamando, cada uno a su manera. Los unos lo hacen con pancartas, los otros con brillantes conferencias, aquellos otros legislando para el futuro, otros más que lo hacen para el presente (el que contamina paga)... La llamada de atención está ahí. Lleva ahí muchos años.
Ya he hablado en alguna ocasión de las consideraciones culturales del medio ambiente o la sostenibilidad. El sentido común nos debería convertir a todos en hombres sostenibles. “Piensa en mañana” no debería ser un lema ecologista, debería ser el credo de cualquier animal racional. De ahí que cerrar el grifo mientras te lavas los dientes, separar la basura o mirar la etiqueta energética de los electrodomésticos antes de comprarlos sean para el hombre sostenible obviedades tales como ceder el asiento a un mayor, no tirar el chicle al suelo o frenar en un paso de peatones lo son para una persona educada de las de antes. Y digo de las de antes porque ahora ya sabemos que la educación y el saber estar exigen nuevas pautas, un pasito más. Ya conocemos los pormenores de la limitación de los recursos, ya podemos prever que nos podemos quedar con una mano delante y otra detrás si seguimos a este ritmo, ya disponemos de información... ¿en qué coño estamos pensando? ¿Dónde quedaron la cigarra y la hormiga?
Esto es como lo de la droga. Ya sabes lo que hace la droga con una persona, hijo, no seas gilipollas. Ji, ji, ja, ja, pues toma, muerto. Jo, jo, je, je, pues ale, lelo de por vida. Ostras, pues con la insostenibilidad ocurre lo mismo. ¿Que quieres jugar a consumir el planeta? Pues un día la naturaleza dirá: pues toma, se acabó. Los pulmones no podrán filtrar el aire que respiramos, nos tendremos que apañar sin agua, no habrá tierras de cultivo y empezaremos a caer como chinches. Y ahora es cuando viene la engañifa: el ciudadano ya sabe cuál puede ser su papel... lo sabe tan bien que se está coscando de que son las administraciones y las grandes empresas las que no cumplen su parte.
¿Ha intentado alguien poner paneles fotovoltaicos en su casa para que las centrales eléctricas se olviden de él? ¿No lo iban a promover? ¿No decía Rodríguez no sé qué de la energía solar? Ojo, que hay para todos. Presidenta Aguirre, ¿me ayuda usted? Presidenta, ¿y esos 2.000 euros de ayuda para comprar un híbrido? Yo quiero. ¿Puedo? ¿Me los va a dar? O tengo un hijo y me gasto los 2.500 zapateuros en comprar el coche. Y los ayuntamientos... ¿me dejará mi comunidad de vecinos poner los paneles? ¿Me apoyará una ordenanza municipal?
Señores sostenibles de las grandes empresas... ¿no gestionan ustedes las autopistas? ¿pagará menos mi híbrido? ¿No son ustedes muy Socialmente Responsables? ¿Puedo enchufar mi coche eléctrico en el aparcamiento que gestionan ustedes?
¿Por qué sólo hay cuatro imprentas FSC en España (las que garantizan que no se están cargando el Amazonas con su papel)?
Grandes amos de la telecomunicación... ¿por qué me siguen llenando la casa de cables si la tecnología permite ahorrarnos ese coste (energético sobre todo)? Y lo de los cargadores... ¿para cuando el cargador universal? Si son cosas que ya están. ¿No dicen todos ustedes en sus memorias de RSC que son estupendísimos?
El dinero para cambiar el mundo lo tienen ustedes, yo sólo puedo llenar mi casa de cubos de basura de diferentes colores. Tendremos que apencar todos, digo yo, no sólo los consumidores finales.
Que no nos líen. Ser sostenible es algo natural, consustancial a la propia naturaleza humana. Ahora está de moda. Vende. Pero por la boca muere el pez. Para ponerse la etiqueta de sostenible no basta con disfrazarse. En esta fiesta nos vemos todos y comprobamos perfectamente la educción de cada uno. Y falta mucha todavía. De momento sólo veo charlatanes. No aprendemos.
Que no nos líen. Ser sostenible es algo natural, consustancial a la propia naturaleza humana. Ahora está de moda. Vende. Pero por la boca muere el pez. Para ponerse la etiqueta de sostenible no basta con disfrazarse. En esta fiesta nos vemos todos y comprobamos perfectamente la educción de cada uno. Y falta mucha todavía. De momento sólo veo charlatanes. No aprendemos.
3 comentarios:
Completamente de acuerdo, Barquero. Como bien dices, es cuestión de EDUCACION, de aquella de antes, y de SENTIDO COMUN, de ese tan poco habitual. Leerte al menos me consuela porque no me siento tan bicho raro por recoger aquella propaganda de una pizzería que alguien "dejó distraidamente" en el suelo del ascensor hace dos días, o por recoger la colilla del cigarro que apagué en la arena de la playa... y las otras cinco que no dejé yo pero que están ahí cerca desde aquel día de sabe Dios qué mes o qué año que otro menos consciente soltó allí porque (como decía aquel slogan)"si total...".
Ni la actitud de otros ni la de las instituciones nos pueden quitar nuestro sentido común. Gracias, Barquero, ya me siento mejor. Un abrazo fraterno.
Pues te ha quedado bordado. Me gusta el artículo y me adhiero, si me lo permites, a tus tesis: estoy de acuerdo contigo.
Acabo de volver de mi largo retiro veraniego, por eso no te había leído antes. Enhorabuena y un fuerte abrazo.
Y busca tiempo...
Con el P$o€ hemos pasado de jugar en Primera División a algo peor incluso que regional: ahora los españoles jugamos en la liga tribal.
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