Y el título no pretende ser peyorativo. Tengo una corazonada, no lo puedo evitar. Corrí a leerme el informe del COI nada más publicarse (sorprendiéndome a los pocos minutos de encontrar ya titulares catastrofistas en la prensa tradicional, esa de los intereses creados, esa de la desinformación, esa de la irresponsabilidad...) y reconozco que me llevé una alegría. Un poco de happiness, después de tanta lectura en inglés, que al poco se tornó en optimismo, ya castellanizado, y que me llevó a interesarme por los mecanismos de la votación de mañana. Conocidos estos, ahora sí que tengo una corazonada, turbada nada más, y nada menos, que por el primer presidente afroamericano de Estados Unidos (ese que parecía llamado a alegrarnos la vida y que más de uno -infeliz- seguirá esperando en su sofá de sky). Si este hombre despliega en tres días las mismas artes que exhibió Londres para agenciarse las del 12, no hay nada que hacer... pero no nos pongamos en lo peor.
Ni siquiera el interés de París por albergar los Juegos del 20 me parecen una amenaza. Ni siquiera la presencia en Copenhague del presidente que votaron 11 millones de españoles (ellos sabrán...) creo que pueda perjudicar nuestra candidatura. Incluso considerando que en el último momento aparecieran en la gala final las hijas siniestras de tan siniestro mandatario, creo que la suerte está echada y no debiera preocuparnos. Ya digo... tengo una corazonada y contra eso, igual que contra el alcalde de Madrid, ya pueden estamparse las siete plagas que se mantendrá firme hasta el último aliento.
Y la corazonada no puede sino tornarse gallardonada cuando uno mira más allá y comprende... o anhela... que un espaldarazo como el olímpico puede suponer el principio del fin de la política rancia que sufrimos en España. Esa de la izquierda y la derecha, de los frentismos, de "los suyos y los nuestros", del "al enemigo ni agua"... esa mierda de política que nos tiene con el agua al cuello mientras sus "profesionales" se dicen chuminadas ya sin ingenio siquiera. Esa mierda de política tan alejada de la que se gastan por el norte de Europa (a los que luego envidiamos su calidad de vida -no su estilo, ojo) y a la que en España sólo veo acercarse a Gallardón.
Esas medias tintas que tanto le critican son las que debe saber manejar un político moderno. Envidia cochina. El mundo cambia, la sociedad evoluciona, los retos se globalizan, las soluciones se localizan... y el que no es capaz de gestionar la diversidad y los matices, no estará capacitado para afrontar la dirección de una sociedad. Gallardón tendrá muchos peros, pero tiene la visión de la política del mañana. Por desgracia no es la de hoy. Seguimos siendo un país de pandereta. Pero cualquier político que camine en esa dirección, la del "juntos podemos", aunque no coincidamos en muchas cosas con él, merece todo el apoyo del mundo. Los españoles nos lo merecemos.
Si los miembros del COI supieran que insuflar oxígeno a este alcalde puede devenir en un salto cualitativo de la política en España, quizá no lo dudaban un instante. Los rancios al siglo XX, por favor. Dejen paso a la gobernanza. Los ciudadanos necesitamos soluciones, no demagogias.
Ya digo, tengo una gallardonada...
2 comentarios:
Si en 2020 nos lo roba Francia se vuelve a armar una guerra de independencia.
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