Cristina Narbona, a la que no sé porqué, pobre, el corrector automático del Word me la convierte siempre en Carbona, ha decidido darle a su colega Antonia, la Trujillo de la vivienda, el último empujón al precipicio... como si la viera decidida a detenerse en su carrera hacia el vacío.
Dice Narbona que, por si no fueran suficientes los trámites por los que tiene que pasar una promoción urbanística para salir al mercado, ahora quiere añadir uno más: el dictamen de las Confederaciones Hidrográficas.
La titular de Medio Ambiente quiere meter mano así en la esperada Ley del Suelo cuyo anteproyecto ha anunciado Trujillo que presentará este mes ante el Consejo de Ministros. La Ley es esperada, más que nada, porque en una espectacular entrevista de la ministra de los 30 metros cuadrados ha declarado que el precio de la vivienda nueva sólo sube un 12% anual pero es que resulta, verás tú, Mari Pili, que la intención de su gobierno es "conseguir un aterrizaje suave [de los precios] y la estabilidad y normalidad del mercado inmobiliario", ya que "las bajadas bruscas siempre han ocasionado grandes crisis económicas". Ahí es nada. Vamos, que menos reconocer el fracaso, todo vale, como lo de Pepín Blanco con el buen camino de los batasunos o lo de Bono diciendo que todos pudimos ver su agresión (otro día con esas, que me lío).
Una Ley del Suelo no es moco de pavo, pero la Trujillo necesita que la gente se olvide de sus minipisos, de los que dice, no se lo pierdan, que fueron "mal interpretados por los medios" y que "este tipo de vivienda se está construyendo en toda España y está siendo muy demandada". También necesita que olvidemos las famosas zapatillas del kelifinder ese que se inventó, pero mientras su web siga funcionando, por decirlo de alguna manera (la jodía web también merece un estudio detallado... y un par de cafés bien cargados), no va a haber quien no se eche unas risas de cuando en cuando recordándolas. Necesita tantas cosas que se nos va a lanzar al ruedo con su ley. Miedo me da.
Lo que no necesitaba la ministra es que su colega le metiera una chinita en el zapato con otro trámite para encarecer los pisos. Porque recordemos que el gobierno de Rodríguez (sí, con minúscula) lo que quiere son votos, no resolver problemas. Suelo urbanizable hay a espuertas y si no se urbaniza más es porque no se dan facilidades, y si no se dan facilidades es porque no interesa. El gran dilema de nuestros gobernantes es decidir entre los votos que les concedería una vivienda accesible y el dinerito que les supone su/sus revalorizada/as vivienda/as. ¿O es que estos ministros socialistas viven en un cuchitril de barrio humilde? Y no quiero ni imaginarme las presiones de los propietarios del suelo. A estos, o se les saca al mercado con cuentagotas o no les compensa. Es la oferta y la demanda. El valor del suelo va en función de las expectativas de uso que genera. Si su rentabilidad viene dada por las plusvalías propias y de la vivienda, nunca bajarán los precios y, aunque la ministra diga que el mercado de segunda mano no se arregla con leyes, tampoco es capaz de aportarle soluciones.
El caso es que, tal y como están las cosas, el votante, incluso el socialista cautivo, necesita ver que puede comprar una casa, si no él, sus vástagos, y lo que pretende Cristina Narbona va en su contra. Ya lo dice el refrán: los permisos y las licencias, encarecen las residencias. Bien harían los socialistas en aprender de quienes ya han unido Medio Ambiente y Urbanismo, como Esperanza Aguirre, para gestionar el territorio.
Claro, que a esta otra ministra le debemos la reciente Ley de Montes, de la que tan orgullosos están todos los medioambientalistas gubernamentales y de la que ningún ecologista a dicho ni mú. Ya dije lo que pienso de ellos. Se han hartado de airear a los cuatro vientos que para evitar los incendios forestales con fines especulativos el gobierno ha incluido sabia y valientemente en el articulado la prohibición de recalificar en al menos 30 años los terrenos quemados.
Valiente estupidez. Sabía demagogia. Primero: los incendios provocados con estos fines representan un porcentaje irrisorio (creo recordar que del 1%) frente a los provocados para especular con la madera o para destinar el suelo a uso agrícola o ganadero, con lo cual dudo que se evite ningún fuego con esta sandez tan cacareada desde Medio Ambiente. Segundo: a nadie se le ha ocurrido (como bien apuntaba recientemente el que fuera Consejero de Medio Ambiente en Galicia -tierra de fuegos-, Carlos del Álamo) que con esta prohibición pueden animar los instintos pirómanos de quien ha conseguido una vivienda en un lugar privilegiado (¿alguien sabe dónde viven los dirigentes ecologistas españoles?) y no quiere que nadie le estropee las vistas. Con esta Ley te puedes asegurar de que no te construyan delante casi de por vida... tentador. Habrá que seguir las cifras de incendios provocados en los límites de las urbanizaciones ya edificadas o edificables. Veremos.
En definitiva, que Narbona se leyó Cómo llegar al éxito de fracaso en fracaso, de Agustín Medina, y se lo ha metido en el bolso a su colega Trujillo pensando que “le ajusta más”, pero tampoco es así. Que si repasamos sus linces y sus Monfragües tampoco le anda a la zaga. Pero ahí las tiene Rodríguez. Son los pilares en los que descansa el equipo cuando fallan los delanteros Pepín, Alonso y Rubalcaba, y los que tienen que hacer olvidar al gran Bono, ya retirado del Club de la Comedia. Si es que no aprendemos.
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