Mañana las máquinas del diablo se adueñarán de mi barrio. El Servicio de Estacionamiento Regulado, el SER (no confundir con su homónima vampiresa) extiende sus redes hasta mi portal: por fin se podrá aparcar a gusto en esta calle, refugio hasta hoy de “los de ahí junto”, que como tenían sus calzadas grafiteadas en verde y azul, preferían dejar sus coches en la mía. No te vea pa aparcá aquí a mediodía, quillo.
Siempre he estado a favor de “la hora”, pero la que se nos viene encima va a ser de aupa. Me parece perfecto que siendo 6 millones de madrileños queriendo atascar y contaminar las calles, se ponga precio al abuso del automóvil. El que quiera pasar su ratito diario de atasco, que lo pague. Vivir en una gran ciudad tiene esas cosas. Placeres como el embotellamiento de José Abascal, la peregrinación de la Castellana o el calvario de Francisco Silvela, quedan reservados para los pudientes. Sólo los privilegiados pueden disfrutar las eternas vistas de la Cuesta de San Vicente… eternas porque nunca se avanza. Con la cartera repleta de billetes ya podrán. Pero esto, al fin y al cabo, es lógico. Las ciudades son para los ricos.
El alcalde de Madrid lo vio claro desde el principio. Quien contamina paga. Pero se le está yendo la manita a un terreno que le va a costar el cisma definitivo. Por fin sabremos si Gallardón se presenta por el PSOE, por el PP o por todo lo contrario, porque atacar a la familia como parece que va a hacer, no se lo perdonarán ni los unos ni los otros.
El detalle: el SER que se nos avecina no permitirá sacar un segundo tique de aparcamiento una vez vencido el primero. Ese ratito que hasta ahora muchos aprovechaban para echar el cigarrito mientras le cambiaban el papelín al coche va a pasar a la historia. Las máquinas nos pedirán la matrícula y cuando vean que somos los mismos de antes: naranjas de la China y a otro barrio mariposa, que en este ya estás fichao.
Cuando lo oí la primera vez ya se me empezaban a ocurrir dislates, pero ahora que todo el personal lo comenta por las esquinas descubro consecuencias bastante graves… y todas rematan en un “le va a volver a votar su p… reciosa madre”. Y a los que veo más cabreados es a los padres calentitos, esto es, a los más recientes.
No sé por ahí pero en Madrid los atascos matutinos estaban íntimamente ligados, entre otras muchas cosas, a esas madres (que no se moleste ninguna, me remito a tradiciones arraigadas que recuerdo con cariño) empeñadas en acercar al niño hasta el pupitre con el coche. Cambiaron los tiempos, no para todas, empezaron a trabajar los dos cabezas de familia para pagar el piso que Rodríguez iba a abaratar y más de una familia emancipaba prematuramente a sus retoños para las cuestiones del transporte. “Carlos, vete de la mano con Luisito y no crucéis sin mirar”.
Pero la generalización de los dos sueldos en casa ha obligado también a muchos a fortalecer la relación de las abuelas con sus nietos. Cuando los niños son todavía bebés, muchos padres de mi generación prefieren una buena abuela a una guardería con la que, además del coste, no tenemos ninguna confianza porque no nos han presentado. “Y a mi hijo no lo dejo yo con cualquiera”. Y aquí viene el problema: ¿como emancipa uno a un crío de un año y lo manda derechito para casa de los abuelos? Hay que llevarlo en coche. No lo intente en el transporte público que lo pierde, oiga. Y si cruzo la ciudad en coche para que mi madre y mi hijo se conviertan en uña y carne, ¿cómo voy a ir al trabajo sino conduciendo? y si sólo puedo aparcar dos horas junto al curro (si es que pillo azul, que como caiga en verde me tendré que ir antes) ¿cómo le explico a mi jefe que ya volveré, que tengo que aparcar en otra zona y…que si se me da bien, en una hora estoy de vuelta? Y ¿cómo se me va a dar bien si todos cambiamos de zona a la misma hora?
¿Es que Gallardón no piensa en la familia? ¿es que no quiere recaudar más? porque así hay que olvidarse de la abuela, del niño y de trabajar… ¿es que ya no le gusta el ayuntamiento? ¿es que quiere un Ministerio? Me parece cojonudo que afronte el problema del tráfico con decisión, pero contra la familia, no. Contra el trabajador, tampoco. Y contra corriente, menos. No regale votos, alcalde, que al final los trinca el tripartito, coñe.
¿Dónde están las alternativas? ¿y los aparcamientos disuasorios? ¿y el transporte público? A partir de las 7:45 no hay quien entre en un vagón de Metro en determinadas líneas… ¡y no quieras llevar un bebé! Y qué pasa con los trabajadores de La Paz, ¿tienen que ir a trabajar volando con las orejas mientras les acaban las obras? Qué quiere, ¿que no usen el coche o que pasen por caja?
Para eliminar una opción hay que tener antes preparadas las alternativas. Que no aprendemos. Cuando a mi me quitaron los potitos fue para darme un filete, no para dejarme con hambre.
5 comentarios:
Muy buen comentario, resignado, gracias. Aunque discrepo un poco respecto al pago de la tarjeta. Es una forma de encarecer el disfrute del vehículo propio engordando las arcas municipales para, en teoría, beneficiar a la generalidad.
Me parece justo y el importe es bastante asequible para los vecinos.
Y tiene una ventaja... aflorarán los coches abandonados/robados que abundan por ahí, aunque no sé si servirá para algo.
El que le robaron a mi prima lleva ya 60 multas en el mismo sitio y nadie decide retirarlo o, al menos, no multarlo más.
Un saludo
Estáis tocando un tema peliagudo, Barquero y resignado. No voy a entrar en la gestión, siempre mejorable, de uno u otro alcalde o político cualquiera. Sin embargo, debo reconocer que no escuché nunca un discurso de José María Álvarez del Manzano, anterior Alcalde de Madrid, en el que no hiciera mención a la familia. Creo que siempre intentó ser un gran defensor de la "institución". También debo reconocer que no he escuchado ni un sólo discurso de Gallardón en el que mencione a la familia, o al menos no lo recuerdo. Y vuelvo a decir que no hablo de gestión.
Querer regular el tráfico y el aparcamiento es una ardua tarea y siempre que se toma cualquier medida hay gente perjudicada y otra beneficiada. Las mejores medidas, por tanto, son las que benefician a la mayoría frente al perjuicio de una minoría. Es cierto que hay que ser valiente, pero también algo suicida para remangarse y meterle mano al tráfico y aparcamiento en la capital.
Mientras se siga reduciendo el espacio de aparcamiento en las ciudades y siga aumentando el parque automovilístico, el problema persistirá, por muchos impuestos y difucultades que se le añadan. Y ¿cuál es este problema? ¿el exceso de coches? Coño, pues haga usted algo para que se compren menos: por ejemplo una red de transporte público ejemplar, rápida y cómoda. Ya verá como muchos usuarios utilizan menos el coche. Imagino que incluso "resignado" no tendría dificultades para ir a comer a casa de sus padres o a atenderles cuando lo necesiten, si puede viajar en un medio rápido y cómodo que pueda suplir las funciones de su coche.
Es un tema muy complejo y que puede enfocarse desde muchos aspectos... pero esto es un comentario a un post y no un ensayo sobre el tema. Así que me callo ya. Hala.
Mars Upial
Coincido contigo, Mars, en que el problema del tráfico exige gestores valientes. En el equipo del alcalde los hay (este SER es una prueba), pero la justicia social no reside exclusivamente en el bien común que a buen seguro pretenden (no dudo de sus buenas intenciones).
En determinar qué minorías van a soportar el beneficio de cuáles mayorías, estamos definiendo la sociedad que queremos.
Cuando el perjudicado es el ciudadano medio que intenta formar una familia, mal vamos. Al que no le alcanza para pagar una guardería o una cuidadora y que, para tener un hijo, debe madrugar para llevarlo con quien lo cuide y correr al trabajo, no se le puede convertir en una víctima. Debería ser un héroe.
Si las minorías perjudicadas, aunque sean numerosas, son los comodones del coche... ahí sí, con esos no hay problema ético. Incluso comparto que se les empuje con medidas coercitivas a ser más solidarios, más ciudadanos. Pero con las familias que empiezan...
Y luego está la casuística particular, en la que casi mejor no entrar.
Yo puedo asumir que deberé sacrificar mi aislada mañana de viernes de coche cada dos meses para poder escaparme de fin de semana desde el trabajo en beneficio del bien general, pero sacrificar todos los días las necesidades que plantea sacar adelante una familia deja al ciudadano desamparado.
Concedámosle al que tenga hijos de menos de, no sé, tres años, licencia para aparcar en su zona de trabajo (ambas circunstancias acreditables facilmente). Démosle un premio al que traiga niños a este mundo, que bastante mérito tiene.
Creo que se mezclan churras con merinas. Está bien tomar medidas que palíen el uso y abuso del coche. Lo que no está bien decidir por los demás.
Como mars upial indica, si pudiera viajar en un medio rápido y cómodo que pudiera suplir las funciones de mi coche, podría atender y disfrutar de una comida en casa de mis padres. El asunto es que no puedo. Mi caso es particular: vivo en Majadahonda, trabajo en Alcalá de Henares y mis padres viven en el centro. Me encantaría disponer de un transporte rápido y cómodo que pudiera sustituir mis traslados lentos, incómodos, estresantes y largos en coche, en el que paso varias horas al día. Pero no particularicemos: el pintor (u otro profesional) que va con su material en coche, pone el tiquet y tiene una hora (zona verde) para descargar el material, hacer la mezcla, pintar, limpiar el material, cobrar, cargar el material y largarse antes de que aparezca el temido multador. Chico, no lo puedo entender. Ahora se tiene que comprar tres sets de pintura, pintar una pared, irse a otra zona en la que tiene otro trabajo, pintar una pared, volver a la zona anterior, pintar la segunda pared antes de que se seque la pintura del cubo...
Esto que es un chiste no es un asunto baladí y experiencias de "cambie usted su coche de zona cada x tiempo" se han tenido que retirar en otras ciudades por el impacto negativo en el funcionamiento de los ciudadanos, convirtiéndose en "aparque usted el tiempo que quiera, pero pague".
Y lo que es peor... cuanto más crezca la zona SER, menos solucionará el problema, que se traslada a otras zonas. Se amplía evitar ese efecto, pero es una nueva traslación del problema. Finalmente, y en palabras de Pedro Calvo, tiene vocación de cubrir toda la ciudad. En ese momento el problema deja de trasladarse, vuelve a su origen y los conductores que no tienen un medio ni rápido, ni cómodo, ni fiable, asumirán el coste de aparcar como se asume el aumento del precio de la gasolina. Estaremos en el inicio y el único problema resuelto será el financiero del ayuntamiento.
Y son demasiadas las excepciones, como comenta el barquero, para que el ayuntamiento decida por cada una de ellas. Sólo una alternativa ventajosa hará que se cambien las costumbres. Las imposiciones históricamente se han mostrado ineficaces y los intervencionismos suelen tener efectos secundarios que no se han planteado en la propuesta idílica inicial.
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